sábado, 12 de noviembre de 2016

LA UNIVERSIDAD PÚBLICA EN SU ENCRUCIJADA (Última de cinco partes)

Después de un espacio y una ausencia aparente…. siempre hay que relanzar las ideas… y no claudicar…….VMRM

Este escrito representa la última entrega de una serie de reflexiones sobre la universidad.  Significa el cierre de una serie de principios y preceptos que se han construido a lo largo de más de 30 años de experiencia y sobre todo, de un apasionado sobre los principales acontecimientos de la universidad pública mexicana. 
No puede abordarse, si no se realiza desde la pasión por el cambio, de entender que los actores en la universidad persiguen fines diferentes, que si bien nos une un credo respecto a su deber ser, también es cierto que la diversidad, las expectativas diferentes que se construyen como un horizonte en el que se configuran líneas existenciales, que pocas veces se unen o integran para construir proyectos transformadores. Y es que vuelve a aparecer el poder,  como la razón de ser de las élites que controlan a las organizaciones. Grupos que generan una heteronomía potente que se deposita en los comportamientos básicos de los universitarios. 
Me refiero a profesores que se alinean a los designios, sin debate, sobre lo que el grupo hegemónico quiere, desea y pretende. Estudiantes que quieren transitar sin sobresaltos su trayectoria formativa. Su agenda está marcada por la obediencia, el sentimiento de un control que se acepta sin cuestionar el origen o los propósitos fundamentales. Padres de familia que ven a la universidad como un espacio al que tienen que llegar sus hijos y que siempre estarán agradecidos por la oportunidad, por la posibilidad de que sus seres más queridos logren ser profesionistas, por supuesto sin advertir el tipo de ciudadano profesional que se está formando hoy en día en las universidades del país. Funcionarios y directivos tentados por el estilo de gestión directiva autoritaria, unidireccional y personalista que han hecho de su práctica una forma de poder burocrático que reproduce un sistema universitario que mantiene el status quo.
Todo ello ha desarrollado un andamiaje que no está a la altura de las grandes transformaciones sociales, culturales y tecnológicas, mucho menos políticas que hoy se suceden en lo local, nacional e inclusive internacional. Pareciera, en efecto, que la universidad siempre estará atrás de los grandes cambios. Será reactiva y no anticipatoria como sería el hecho de asumir una actitud y práctica institucional para formar parte de los mismos movimientos que se suceden todos los días.
El debate de las ideas como ha sido la aspiración de los universitarios está ausente en la vida cotidiana de las instituciones, de las academias, de los consejos. Se ha dicho y se sostiene que debemos cambiar e intencionar desde las propias aulas, como el espacio real de autonomía que tenemos los académicos para generar un nuevo tejido ciudadano. 
¿Qué sigue en este marco de cambios de paradigmas? Más allá de las posiciones liberales o conservadores que también se expresan en la universidad, debemos pugnar por provocar nuevos escenarios mediante actividades de impacto en las prácticas de los universitarios. No debemos dejar en manos de los que se han sostenido en un poder expresado en el glamour, en la dispersión, en el dispendio que dan los títulos inmobiliarios que poco tienen que ver con los valores trascendentes de ser universidad.
Reitero, debemos valorar nuestros espacios de autonomía, en los congresos, seminarios, en los proyectos de investigación, en los espacios directivos, para develar las condiciones en que se expresan los fenómenos sociales en las universidades y desde ahí,  poder generar proyectos de intervención. Queda claro que no es suficiente conformar grupos de poder para el choque o para "ganar" y tener los números en los consejos. Universidad es un concepto que solo puede verse desde la dimensión de la esperanza y renovación de las ideas. De recuperar en su seno los grandes problemas nacionales para su discusión. De salir hacia la sociedad que la sostiene. Para finalmente, demostrar que los universitarios genuinos  y luchadores por convicciones, tengamos siempre el coraje y la pasión por dejar huella, aunque el grupo hegemónico, o los grupos de poder tengan, como lo saben hacer, los tentáculos del pulpo decididor que inmoviliza cualquier posibilidad de movilización de consciencias. 
Nunca será tarde para seguir esculpiendo la universidad a la que se aspira, aquella en la que todas las corrientes del pensamiento caben, aquella en la que el debate es el insumo principal para tomar decisiones, aquella en que la generosidad, la inclusión y la transparencia son su sello por siempre. 

                                                                                                                             Iniciemos, ya¡