Estimad@s Colegas
El inicio de un nuevo año invariablemente sumerge a la población en un ambiente de revisión en los diversos ámbitos de su vida cotidiana. Por lo general se construyen o dibujan nuevos proyectos, propósitos y expectativas. Es válido este estado de ambientación que rodea las condiciones humanas para configurar escenarios posibles y mejorar la calidad de vida en comunidad. Este breve contexto, también vale para las comunidades de universitarios que ven con escepticismo y duda el cumplimiento de los objetivos sociales e intitucionales de la universidad pública y más específicamente en sus propios cuerpos académicos. La inmovilización parece que es la constante, la contemplación ahora representa el rol de las comunidades univesitarias. Los espacios para el debate desde los órganos de gobierno cada vez más representan una excepción. La lógica de trabajo se ve permeada por las élites universitarias y hegemónicas implacables contra la disidencia. El resultado, en el marco de una realidad social, científica y profesionaldesencadenada e imparable, determinan que las brechas cada vez más pronunciadas entre una sociedad que exige y reclama más dinamismo de la universidad, frente a las respuestas escleróticas de los directivos de las universidades públicas con relación a las grandes necesidades nacionales. ¿Cómo romper esta línea de actuación?
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