viernes, 24 de enero de 2014

LA UNIVERSIDAD PÚBLICA EN SU ENCRUCIJADA (segunda de cinco partes)


¿Cúales son algunos de los retos inmediatos que deberemos atender con  transparencia las comunidades académicas de las universidades públicas?

Repensar sus modelos académicos y organizacionales desde un paradigma alternativo; el de la complejidad y desestructurar sus funciones sustantivas diseñadas para una oferta educativa que todavía forma profesionistas para el siglo XX, caracterizada por el monismo disciplinar, en el marco de una organización institucional pautada por la sobreregulación normativa y una práctica que se dimensiona en la determinación de los espacios y el establecimiento de los criterios académicos, en el marco de una clara división de saberes que ha pulverizada, en la vida cotidiana, el trabajo académico.

Se han construido y delimitado en los campus universitarios los "territorios del saber". Hay diferencias no nada más en la infraestructura y el equipamiento, de quienes se ubican en dichos espacios. El CVU, es el instrumento que determina y expresa las capacidades para la gestión académica, institucional y, muchas de las veces, en la política universitaria. Es definitiva la diferencia entre profesores de asignatura, técnicos académicos, profesores docentes, frente a académicos, profesores investigadores con títulos y grados, miembros de membresías nacionales o internacionales, reconocidos por los diferentes programas federales (PROMEP, SNI...), acreedores a los mejores niveles en programas de desempeño docente, que se traduce en emolumentos económicos importantes. Al final los programas están diseñados para los que tienen las credenciales y cumplen con los criterios establecidos para el otorgamiento de estímulos. Esta carrera por el estar, más que por el ser se ha significado en una brecha entre los académicos y es significativamente cada vez, más amplia.

En efecto, se han configurado elites académicas, grupos privilegiados que han determinado la lógica en la que se desarrolla la vida académica en la universidad, y son los que finalmente tienen mayor capacidad de gestión personal y para la comunidad académica, a la que pertenecen, que por lo general, es cerrada.

Esta reflexión exige la exploración e investigación hacia un nuevo modo para hacer academia e iniciar nuevos contratos sociales comprometidos con la equidad, la inclusión y una ética colectiva, donde se privilegie la generosidad y la transparencia, materializada en la vida académica cotidiana.

El reto se ubica en trascender a un nuevo paradigma en la educación superior que rompa con el esquema de la organización vertical, individual y de una gobernanza centrada en la magnificiencia a las personas, sobre todo, de aquellos que continúan reproduciendo el poder que los ha mantenido en la lógica del privilegio y de la hegemonía, en donde los satisfactores personales están por encima de los intereses institucionales.

La universidad pública y sus actores debemos iniciar un debate abierto con la intención de crear e innovar desde una concepción de universidad, plural y participativa hacia un desarrollo sustentable, con un invlucramiento y compromiso social de sus comunidades académicas, organizadas en red y con una intensa vinculación local, nacional e internacional.

Esta posibilidad se concreta en la medida que un nuevo código de ética universitaria permee las acciones de problematización rumbo a la configuración, entre otras prioridades, de nuevos perfiles de directivos y docentes universitarios.