Conforme avanza la segunda década del siglo XXI, vemos como la universidad pública se resiste a su transformación radical en sus concepciones, modelos educativos y paradigmas para la gestión y gobierno. Sigue coptada en el mar de prácticas institucionales profesionalizantes, verticales y poco proclive a la innovación académica. Se asiste a la simulación como método de trabajo cotidiano.
Reinventar nuevas formas y modelos de gestión
educativa y reconstruir nuevos liderazgos, pasa por entender que el aislamiento
institucional es uno de los problemas que habrá que resolver de inmediato. Me
refiero al hecho de que las instituciones de educación superior se
han convertido en organizaciones cerradas, con dificultades para la
colaboración y la innovación sustentable, es decir, una ausencia de
actividades intencionadas con proyectos desarrollados mediante redes
horizontales y en donde la colaboración represente la oportunidad para que
nuestros pares, aporten a la generación de conocimiento a partir de la
sistematización de sus prácticas académicas.
Un trabajo en red, de carácter incluyente, con
respeto y participación de los cuerpos colegiados, se destaca por su apertura y
transparencia, el acceso a la información y el nivel de libertad de los actores
participantes. Construir un proyecto mediante una postura que incentive el
desarrollo de las ideas y la creatividad para construir, considera como
mediación a la gestión en su dimensión de intervención permanente (Rosario,
2007). Este enfoque de gestión directiva se viabiliza con la inteligencia y
actitud de los actores para compartir sus hallazgos, resultados e impactos como
consecuencia de sus innovaciones. Es una forma de trabajo que rompe con la
manera tradicional de entender y comprender la generación de conocimiento desde
la institución y de los propios actores.
Uno de los valores para avanzar en esta
concepción sobre la gestión se ubica en comprender que la producción académica
individual o colectiva es un bien público, que la sociedad ha apoyado mediante
los diversos programas estatales y federales, para avanzar en la explicación y
solución, en nuestro caso, de las problemáticas educativas, que permita
responder a los cuatro grandes problemas y retos de los sistemas educativos de
la región iberoamericana: cobertura, equidad, infraestructura y calidad.
¿Cómo avanzar hacia buenas prácticas de
gestión? Las nuevas prácticas de gestión para las instituciones de educación
superior, llevan necesariamente, la prioridad de generar un proceso de
transición, en el que se desestructure el andamiaje institucional
correspondiente al estilo de gestión burocrática y empresarial, que se expresa
en el privilegio de lo administrativo sobre lo académico, del control
materializado en el premio individual que fomenta el aislamiento del sujeto y
que se manifiesta en la entrega de emolumentos en especie o en estímulos
económicos temporales, en contraposición a un estilo de gestión por
convencimiento y valoración de los esfuerzos de los colectivos escolares, del
trabajo colegiado, de la problematización sobre los temas o asuntos
institucionales.
Una nueva gestión con liderazgo se caracteriza
por reconocer el quehacer institucional de los actores, comprometidos con
el ámbito social donde se ubica la organización escolar en un proceso de
autogestión en su dimensión ética y de reconocimiento de los valores sociales
de la educación superior. Los actores asumen como tarea cotidiana la
investigación de su práctica en el marco del proyecto de intervención
permanente institucional. Se mueven en la lógica de proyectos colaborativos,
desde los cuerpos y redes de académicos organizados de manera corresponsable en
proyectos colegiados e interinstitucionales. Se pasa de una relación entre
actores de tipo heterónomo a otro en donde la libertad y la autonomía, la
autogestión y las acciones cooperativas, propician ambientes institucionales de
apertura y trabajo corresponsable.
Uno de los retos se ubica en construir
proyectos que intervengan la realidad socioeducativa, en el que los roles y la
actitud de los sujetos hacia la construcción de una escuela abierta e
intensamente educadora, determine el punto de quiebre con el paradigma vigente
de la gestión sin capacidad educativa.
Lo anterior implica todo un esquema de
renovación de los actores de la gestión por lo que serán necesarios programas
estratégicos para la formación y reeducación de quienes coordinan proyectos
institucionales.
Comprender que el debate en la universidad es inherente a su esencia de ser universidad. Esta sigue siendo una deuda para la transparencia y la rendición de cuentas.
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