sábado, 31 de diciembre de 2016

La universidad frente a los nuevos escenarios.

A pocas horas de que termine el año 2016, se respira un halo de incertidumbre generalizado en el entorno nacional e internacional. Hemos sido testigos del surgimiento de voces ciudadanas que estaban invernando y que han hecho suyas las palabras y los discursos de actores políticos que están afianzados e integrados en los principales países desarrollados y que arriban al poder con un discurso teñido de ideas que se creían superadas y que en el entendido que asumíamos respecto a comprender a la realidad como dinámica, heterogénea, compleja, histórica e irrepetible, nos encontramos con concepciones derivadas de formas de pensamiento conservadoras, que se acercan a la ultraderecha y eminentemente de carácter populistas. 
Parece que regresa el paradigma de la simplicidad en donde no está en su estructura y entramado la tolerancia, la diversidad, la equidad de género y la inclusión. Aún se reconozcan como valores emergentes y que parece no decantaron en las conciencias para una nueva ciudadanía estos, me parecen, no son negociables.
Con la elección de un nuevo presidente en los Estados Unidos, su perfil y característica personales, se pone en duda la lucha que se ha dado en amplios segmentos sociales progresistas, de atender las grandes necesidades nacionales. Pareciera que se ha impuesto nuevamente el valor del dinero, el posible regreso a la explotación irracional de los recursos naturales del planeta y en sentido metafórico a la "fosilización en la toma de decisiones, en donde no importarán las brechas de por sí cada vez más amplias entre los diversos sectores sociales. 
El sentido de lo que entendíamos como la búsqueda de calidad de vida para la población, tiene muchas posibilidades de desaparecer de las políticas públicas en este torrente de propuestas del nuevo presidente que tomará posesión el 20 de enero de 2017.
En efecto, no se trata de descalificar, de facto, a una persona todavía en la antesala del ejercicio del poder. Pero no se desconoce que su decir y hacer fundamenta un discurso que ha enarbolado en los últimos meses,  y que este cambie de manera dramática para cuando inicie su gestión gubernamental. Por supuesto que me refiero a Donald Trump próximo presidente de la principal economía del mundo. 
¿Qué tienen que ver estas líneas en un blog que tiene la intención de debatir sobre la universidad?
Precisamente resurge la pregunta sobre el papel que debe asumir, en los próximos años, la universidad como el espacio reconocido mundialmente en donde se cultivan las diferentes corrientes del pensamiento, y se promueve la universalidad del conocimiento. Por supuesto que en este tema, es la universidad pública la que deberá atajar estos cuestionamientos.
Como lo he sostenido desde el inicio de este blog, la universidad no puede seguir (y aquí los académicos tenemos que reconceptualizar nuestro rol y posición como universitarios) siendo un organismo reactivo más que anticipatorio. Si no reconocemos que en este momento se requiere de una reflexión profunda y generación de directrices que formalicen políticas públicas para explicar y comprender estos nuevos escenarios que vienen, estaremos, entonces, condenados a una irresponsabilidad social que será demandada y señalada por aquellos que ven en esta institución una esperanza para encontrar respuestas y nuevos caminos. 
En anteriores artículos he propuesto una serie de recomendaciones o líneas posibles de intervención para iniciar con una "cama" que permita el brote de nuevas ideas desde los espacios universitarios, así como nuevas formas de relacionarnos como actores sociales y encontrar posibilidades en este ambiente enrarecido. Asumo que esta verbalización escrita está empañada por los acontecimientos en mi país, México, en donde se asoman y visualizan profundos problemas políticos, económicos y sociales para el 2017, derivado de una miopía por sostener un sistema que requiere de una cirugía mayor desde sus principios hasta en la refundación de nuevas directrices para la gestión pública y la gobernanza. Estamos aturdidos con las reiteradas promesas patológicas de que en el futuro inmediato "las reformas son las que necesita el país y que sus frutos se verán en los próximos años". La ciudadanía no puede esperar puesto que ya está en medio de la inundación, del desorden provocada por la gestión gubernamental y de la  desesperanza generalizada.
Es tiempo de convocar a un diálogo abierto y de que la universidad como entidad social reconocida y los universitarios nos movilicemos para construir. Esto requiere, indudablemente, también de la apertura  interna de la propia institución y de sus dirigentes. Es la hora de que demuestren generosidad y valentía. Me refiero a aquellos universitarios que han hecho en la universidad pública su propio emporio para beneficio personal y de unos cuantos. La condición: empezar, sí, empezar a creer que la participación y la democracia en la universidad es el insumo principal con el que se catapultará una nueva organización y debate de las ideas en este mar de desconcierto que nos permitirá, entonces, cuestionar la nueva realidad que se pretende imponer, que no es otra cosa que el regreso de ideologías que asumíamos estaban presentes pero superadas por ideas liberales que no podían detener su camino en beneficio de las personas.
Por todo lo anterior, es momento para hacer un alto, reorganizar y trazar nuevos caminos, a partir de nuestros espacios de autonomía. 

Es el tiempo para nuevos retos, refrescar y reconceptualizar a la universidad a partir del 2017.



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