Víctor
Manuel Rosario Muñoz
En los
últimos años se han posicionado en el sistema educativo mexicano una serie de
conceptos y enunciados que han configurado un discurso en el que pareciera que
se conocen con certeza y profundidad, los problemas principales para transitar
de manera innegable hacia la calidad educativa. En efecto, todos hablamos de
calidad, liderazgo, gestión, innovación, cambio, transformación, entre otros,
conceptos protagónicos. Sin embargo, asistimos a una gran contradicción y
porque no, conflicto, el hecho de que los cambios exponenciales que se
desarrollan en el aquí y en el ahora en la ciencia, la tecnología, las formas
de organización institucional, las novedades en las formas de comunicación,
evidencian una carrera desigual para los sistemas educativos, para las
instituciones escolares. En sentido figurado, es una carrera entre un caballo
pura sangre contra una tortuga.
A qué me
refiero con esta reflexión, al hecho de que a pesar de nuestras dificultades,
omisiones y sobre todo necesidades, el sistema educativo mexicano no se
encuentra inmerso en un proceso integral en sus diversos niveles educativos,
modalidades e intenciones en el proceso de educar, para transformar.
No es mi
propósito compartir con ustedes un panorama desolador, pesimista, o de que ya
nada es posible, todo lo contrario, es mi responsabilidad iniciar un debate
abierto y sobre todo comprometido, compartiendo algunos indicadores sobre el
contexto en el que nos encontramos. Veamos algunos datos:
-
15 millones de personas entre los 15 y 24 años están
desempleadas en Norteamérica y Europa. Hay un 25% de desempleo juvenil en
Francia e Italia. En España, el 45% de los jóvenes están sin trabajo. (Tapcostt
y Williams, 2011, p.24)
-
En el caso
de México y según datos del Instituto Nacional para la Evaluación de la
Educación (panorama 2010) establece que la asistencia a la escuela de la
población de 6 a 11 años es casi universal (98.3%); mientras que para la
población de 12 a 14 años desciende (91.6%). Para la población de 3 a 5 años es
del 69.0% y de 15 a 17 años del 64.8%.
-
Los profesores de 6o de primaria en su mayoría cuentan con estudios de
licenciatura o posgrado, dos terceras partes tienen entre 30 y 49 años de edad,
menos de la mitad están incorporados a Carrera Magisterial y 13 de cada cien
poseen dos años o menos de servicio docente.
-
Más de la mitad de los directores de primaria son varones, la mayoría
cuenta con estudios de licenciatura y siete de cada diez dice participar en
actividades de formación continua pertinente a sus necesidades actuales. La
mitad de los directores de primaria no posee la clave correspondiente al cargo
directivo y en proporción similar cumplen a la vez con tareas docentes; sólo la
mitad está incorporado a Carrera Magisterial.
Frente a
este panorama, me pregunto: ¿el liderazgo y la gestión educativa están en
crisis?, mi primea respuesta es sí. ¿Cuáles serían entonces las causas para
afirmarlo? ¿Desde dónde iniciar un proceso para romper con los paradigmas
dominantes y hegemónicos que se han instalado en el sistema educativo mexicano?
¿Cómo detener el tsunami de la desesperanza, apatía y de la inmovilización de
los actores institucionales?
Mi
primera respuesta: Es necesario trastocar por completo las prácticas
convencionales que han generado, como valor fundamental la espera pasiva de la
ayuda externa para que las cosas sucedan. Me refiero específicamente en la
imperante necesidad de romper con el monólogo educativo, los canales de
comunicación de arriba hacia abajo, las estaciones de “radio” que se han
erigido como las portadoras de las grandes verdades, en suma, se trata de
romper con los viejos modelos de pensar y hacer educación, propios de la
pedagogía industrial. Trastocar, en definitiva, las “torres de marfil” que se
han construido por décadas en los diversos espacios educativos de este País.
Uno de
mis propósitos de esta conferencia, es sin duda, aportarles algunos elementos
viables que les permitan continuar con la reflexión y pasar a la acción con sus
colectivos escolares. Es indudable que
el fenómeno educativo no se rige con recetas, ni con suposiciones, mucho menos
con ocurrencias. El hacer educación requiere y demanda, primero, un profundo
compromiso con México, una clara expresión de responsabilidad social, una
vinculación sin regateos y sin omisiones del conocimiento y reconocimiento de
las grandes necesidades nacionales. Por lo tanto, nuestra práctica no puede
reducirse ni acotarse en los marcos del tecnicismo o instrumentalismo o de la
aplicación del método, en sí mismo, para lograr la “excelencia”.
Exige,
de inicio, la recuperación del espacio de la escuela como un bien público, que
nos lleve a la regeneración de la confianza pública en el profesor, con nuevos
motores, que conduzcan al acto de educar como generador de valor agregado, a la
institución escolar como el espacio de la innovación permanente y propiciadora
de respuestas sobre los grandes temas emergentes comoson: el desarrollo
profundo en la comunidad educativa del quehacer cotidiano sustentable, velar
por los derechos humanos, la equidad de género, el respeto a la diversidad y
con absoluto compromiso con la inclusión y el reconocimiento del
multiculturalismo como forma de vida.
Situados,
entonces, en este andamiaje, veamos algunas vetas que se abren en este
panorama.
Cuatro
principios orientan las siguientes reflexiones para iniciar un proceso de
transición hacia un estado de mayor conocimiento con respecto a la institución
escolar, y por lo tanto, a la transformación de las prácticas.
1.-
Reconocer la urgente necesidad de internalizar, de manera efectiva, los nuevos
paradigmas de la información-comunicación por parte de todos los involucrados
en el mundo educativo
2.-
Transitar al aprendizaje colaborativo y en red, como mediación, en el marco de
una práctica educativa intensamente mediacional
3.-
Reinventar a partir de los viejos modelos de la organización escolar, la
práctica de la gestión, y de repensar los liderazgos desde otros enfoques
4.-
Asumir que la calidad y excelencia son dos términos ligados invariablemente a
las buenas prácticas, a la generación de valor agregado de la escuela, al
establecimiento de una autonomía relativa para la toma de decisiones y del
reconocimiento público, es decir, la reconstrucción de una escuela abierta.
Pasemos
al desagregado de cada uno de estos principios:
Sobre el
primer punto, respecto a reconocer la urgente necesidad de internalizar, los
nuevos paradigmas de la información-comunicación en el mundo educativo. De
inicio deberemos advertir, que he dicho, internalizar, que no incorporar. Esto
es relevante. La manera en que se ha operado en la mayoría de las instituciones
educativas la incorporación de las tecnologías de la información y en especial
del internet, ha sido mediante una lógica del “otorgamiento”, la donación. Del
“nos instalaron”, es decir, es la idea arraigada asistencial, del “me das, para
hacer”, lo que nos lleva a asumir de manera acrítica y unidireccional el
equipamiento de las escuelas. Muchos ejemplos hay respecto al desconocimiento
en el manejo, su utilidad e implementación de estos sistemas, procesos o los
apoyos en las prácticas institucionales de docencia, gestión y en la
administración escolar. Aquí se trata de identificar los alcances de este
principio.
Por una
parte es necesario introducir un cambio en las percepciones de los educadores
sobre los valores en la escuela, así como, el desarrollo de una conciencia
política sobre el papel de la escuela en los desafíos que enfrentan las
comunidades. Se trata de desarrollar nuevas formas de interacción, en el marco,
de una sociedad más compleja y de reconocer a las nuevas generaciones que nacen
con una información genética adicional, a la que he denominado, la generación del
“cromosoma on line”. El reto se ubica en educar para el siglo veintiuno y no
para el siglo diecinueve.
El
acceso a la información digital, el acelerado reporte de los resultados de
investigaciones en tiempo real, la participación y consolidación de comunidades
virtuales y el desarrollo del trabajo colaborativo en el marco de los códigos
abiertos, son apenas alguno de los factores que han puesto en crisis a la
institución escolar, y por lo tanto, a los actores, llamados, profesores.
Quien no
entienda que el internet representa un mundo de oportunidades para la
generación de conocimiento nuevo y de nuevas formas de concebir las relaciones
interpersonales y de la organización de las instituciones, está condenado a
vivir en una realidad que ya no es, que dejó de ser y que nunca más
representará una posibilidad para el desarrollo humano.
Una de
las conclusiones de inicio que se desprende de lo anterior, se refiere a la
necesidad de repensar los viejos modelos pedagógicos, que den paso a las nuevas
propuestas y enfoques educativos, en donde las tecnologías de la información no
se asuman de manera periférica y asistencial, sino desde sus implicaciones
epistemológicas, es decir, desde la problematización de cómo aprenden los
estudiantes en un contexto complejo y dinámico. Por lo tanto, hablaríamos en la
necesidad de que el magisterio nacional, participe en la construcción de nuevas
estrategias que yo les llamo de cuarta generación[1],
para inventar nuevas situaciones de aprendizaje en donde los estudiantes le den
sentido y les signifique los tiempos y las acciones que desarrollan en la
escuela, de manera cotidiana. “… el nuevo mundo… ofrece a las organizaciones
una oportunidad de aprovechar nuevas fuentes de conocimiento y valor” (Tapscott
y Williams, 2011, p. 34)
Con
respecto al principio número dos referido al tránsito al aprendizaje
colaborativo y en red en el marco de una práctica educativa mediacional. Lo
primero que hay que reconocer, es la necesidad de revisar el modelo jerárquico
en la conducción de las escuelas, es decir,
los modelos de gestión autoritarios y unidireccionales que hoy en día
son obsoletos, simplemente por que tiene ante sí, el espíritu democrático que
campea en la sociedad mexicana, y más en la generación .Net, que se resiste a
acatar los viejos dispositivos del ejercicio del poder y que se expresa en sus
“luchas” que se dan tanto en el hogar, como en la escuela. Esta generación ha
hecho suyo “los avances tecnológicos a través del software social y las
tecnologías colaborativas, [y] están superando con creces esa sensación de
soledad y aislamiento…”, (Córica y Dinerstein, 2009), lo que implica que los
nuevos ambientes para el aprendizaje deben valorar, de inicio, el capital
simbólico y virtual de los estudiantes, antes y durante el acto de educar.
En este lógica,
se ingresa al mundo de la innovación, con un sentido colaborativo y colegiado
tanto entre los pares, como con los estudiantes. Se trata, de desmontar los
viejos moldes para hacer docencia, para hacer investigación, para hacer
gestión. Educar en tiempo real, es el nuevo desafío. Sí, me refiero a
desestructurar el modelo e ideas de que estamos educando a nuestros estudiantes
para que “que el día de mañana sean…”. Educamos para el presente, con énfasis
en los aprendizajes transversales, no en los aprendizajes que aplicarán
posteriormente y que para entonces serán obsoletos.
Otros
factores que participan en una nueva concepción de cómo aprenden los
estudiantes y del aprendizaje colaborativo y colegiado, es el cambio inherente
de las prácticas docentes, sobre todo la manera en que conciben los profesores
la comunicación con los estudiantes. Entramos, con esta idea, a la necesidad de
intervenir la propia práctica, a repensarla, recuperarla, sistematizarla. Una
de las posibilidades es romper con el efecto “maquila” en el acto de educar,
respecto a que “todos deben aprender lo mismo, al mismo ritmo y con idénticas
herramientas”, para que a la hora de valorar los logros, todos deberán
demostrar que han logrado los mismos estándares. Se asiste, sin cuartel, a la
homogenización como principio rector a seguir.
Es así
como los profesores, debemos asumir la urgente necesidad de los cambios, y salir
del “estado de confort”, en el que nos hemos instalado. Debemos trastocar
nuestros modos y formas enajenantes de hacer docencia, de derribar nuestros rituales
pedagógicos y asumir el cambio, con dolor, relanzar nuestras prácticas, con
nuevas fuerzas, preguntándome a cada momento “¿Qué de lo que hago, educa”? o
¿En qué me fijo para decir que estoy educando?”. En efecto, son actos de
humildad, de enterrar la soberbia y de asistir a valores como el liderazgo
solidario, la colaboración incluyente, y el respecto a la práctica educativa de
los estudiantes desde la mirada del valor agregado que evidencie sus
transformaciones reales en su pensar, decir y hacer.
En esta
tesitura debemos preguntarnos ¿porqué el magisterio no es totalmente proclive
al cambio?. De inicio, y como una argumentación justa, podemos asumir, que no
es exclusivo de nuestro gremio, que los cambios no son de corto plazo y que
esta aparente resistencia tiene su explicación en el arraigo de las prácticas
culturales, en la rutinización de la labor docente y a los intereses creados en
las organizaciones que se niegan a dejar el cúmulo de privilegios e intereses.
Con
respecto al principio tres, en cuanto a reinventar a partir de los viejos
modelos de la organización escolar, la práctica de la gestión, y de repensar
los liderazgos desde otros enfoques. Las aportaciones de Ben Levin (2010), son
fundamentales, entre otras argumentaciones en su documento Cómo cambiar 5000
escuelas, planteó las siguientes
hallazgos: Involucrar a la comunidad en el quehacer de la escuela, generar
capacidad educativa, desarrollar un liderazgo positivo, mejorar la enseñanza
con el cambio de actitud del magisterio, procurar apoyo político a los cambios
propuestos. Estos factores integrados en un proyecto institucional, requieren y
demandan un nuevo modelo de gestión, nuevas prácticas de gestión, con un
conocimiento profundo de los acontecimientos en la escuela y de una concepción
del cambio desde la innovación e investigación.
Algunas
ideas que plantee en la investigación sobre la gestión directiva en la
Universidad de Guadalajara (Rosario, 2007) rumbo a un cambio de paradigma en la
gestión, fue la de tratar de comprender y expresar una nueva concepción sobre
la institución escolar, como una organización en permanente movimiento, de
carácter sociohistórica, heterogénea, abierta y con estructuras académicas y
administrativas flexibles, cíclicas y con esquemas de trabajo matricial y en
red. Este último elemento, el trabajo en red es un concepto irrenunciable en
las nuevas formas de concebir el trabajo en las instituciones de educación
superior, como asumir que la generación de conocimiento nuevo es más pertinente
en el modo 2 de hacer ciencia de Gibbons (1997).
Asimismo,
planteamos que un nuevo modelo para la gestión e innovación escolar pasaba por
entender que la problematización de los grandes retos y conflictos se
convertían en tareas para asumir y reconocer las tendencias sociales,
científicas, políticas, culturales y valorales. Todo ello con el
involucramiento de los actores institucionales. El reconocimiento al valor
agregado que tiene la institución escolar como organización en su conjunto,
desde los colectivos, como, en términos de Senge, “organizaciones que aprenden”,
lo que determina que la coordinación de los procesos institucionales se lleven
a cabo en el marco de un intenso autoaprendizaje y actitud para estar
interviniendo de manera integral y equilibrada, en un proceso de
acción-reflexión-acción.
Reinventar nuevas formas y modelos de gestión
educativa, y reconstruir nuevos liderazgos, pasa por entender que el
aislamiento institucional es uno de los problemas que habrá que resolver de
inmediato. Me refiero al hecho de que las instituciones de educación superior
y, en general, las esculas mexicanas, se han
convertido en organizaciones cerradas, en el que se les dificulta la
colaboración y la innovación
sustentable, es decir, acciones de trabajo intencionadas con proyectos
desarrollados mediante redes horizontales y en donde la colaboración representa
la oportunidad para que nuestros pares, aporten a la generación de conocimiento
mediante la desaparición de las burocracias mecánicas y de la eliminación del
principio de la desconfianza como directriz institucional.
Un
trabajo en red, de carácter incluyente y con respeto y participación de los
cuerpos colegiados, se destaca por su apertura y transparencia; el acceso a la
información y por supuesto, por los grados de libertad de los actores
participantes. Construir un proyecto, mediante una postura que incentive el
desarrollo de las ideas y la creatividad para construir, considera como
mediación a la gestión en su dimensión de intervención permanente. Este tipo de
trabajo se viabiliza con la inteligencia y actitud de los actores de compartir
sus hallazgos, resultados, e impactos de sus innovaciones. Es una forma de
trabajo que rompe con la manera tradicional de entender y comprender la generación
de conocimiento.
Se
trata, además, de sacar provecho a la información, que como núcleo duro se
tiene y ha construido para la generación
de mayor conocimiento y explicación de los fenómenos educativos.
Uno de
los valores que hay que entender para avanzar en la concepción de compartir los
recursos está en comprender que la producción académica individual o colectiva
es un bien público, que la sociedad mexicana ha apoyado, mediante los diversos
programas estatales y federales, para avanzar en la explicación y solución, en
nuestro caso, de las problemáticas educativas, de responder a los cuatro
grandes problemas de nuestro sistema educativo, cobertura, equidad,
infraestructura y calidad.
La
gestión y el liderazgo tienen en su escencia el principio de la responsabilidad
social y formación de una nueva ciudadanía. Una de las ideas rectoras que están
ausentes, por ejemplo, en los planes de desarrollo institucional, es sin duda,
la expresión del tipo de ciudadano, del profesional que se pretende formar para
una nueva ciudadanía. Esto tiene su génesis en los espacios escolares, en los
contenidos culturales que los estudiantes aprenden en su actuación cotidiana,
con sus pares y diversos actores que participan en su formación. Tal vez nos
debería de llamar la atención el desprecio que se tiene del ciudadano actual de
las normas, del tipo y calidad de la convivencia, de la promoción desde la
escuela del individualismo exacerbado, del privilegio del tener más que del ser y,
sobre todo, de la profundización desde la escuela del paradigma
técnico-económico como modelo de vida.
¿Cómo
avanzar hacia buenas prácticas de gestión? Las nuevas prácticas de gestión para
las instituciones de educación superior, llevan necesariamente, la prioridad de
generar un proceso de transición, en el que se desestructure el andamiaje
institucional del estilo de gestión burocrática y empresarial que se expresa en
el privilegio de lo administrativo sobre lo académico, del principio del control sobre la evaluación colaborativa. Del premio
individual que fomenta el aislamiento del sujeto y que se expresa en la entrega
de emolumentos en especie o en estímulos económicos temporales, que en el
convencimiento y reconocimiento de los esfuerzos de los colectivos escolares,
en suma, es una clara evidencia, del valor que tiene la investigación sobre la
docencia.
Hoy en
día tiene más reconocimiento por parte de las entidades evaluadoras, la
publicación de un artículo en una revista de otro país, que el haber generado
aprendizajes colaborativos y significativos para toda la vida, en sujetos cuyos
impactos estamos ciertos determinarán mejores condiciones sociales y
productivas, en suma en buenas prácticas ciudadanas. En tanto que, pocas veces
sabemos si el artículo publicado, ha generado procesos de pensamiento nuevo, o
se constituyó en la génesis de un conocimiento
socialmente útil.
Volvamos
a nuestro tema. Una nueva gestión con liderazgo se caracteriza por: reconocer
el quehacer institucional de los actores, comprometidos con el ámbito social
donde se ubica la organización escolar, en un proceso de autogestión y en su
dimensión ética y de reconocimiento de los valores sociales de la educación
superior. Los actores asumen como tarea cotidiana la investigación de su
práctica en el marco del proyecto de intervención permanente institucional. Se
mueven en la lógica de proyectos colaborativos y desde los cuerpos y redes de
académicos organizados de manera corresponsable, en proyectos colaborativos e
interinstitucional. Se pasa de una relación entre actores de tipo heterónomo a
otro en donde la libertad y la autonomía, la autogestión y acciones
cooperativas, propician ambientes institucionales de apertura y colaboración.
Por lo
anterior, las aportaciones para configurar un nuevo paradigma de la gestión conceptualizan
a esta como una práctica sociohistórica que despliegan los actores, en los
diferentes espacios institucionales, pautados por las estructuras académicas y
administrativas, en donde se materializan los contenidos de la gestión, es
compleja, heterogénea y se mueve en un ambiente de conflicto y negociación, por
lo que se le reconoce como práctica política y de poder, en tanto que sus
valores y contenidos se expresan mediante actos comunicativos. Se refiere a la
movilización y generación de estrategias deliberadas e intencionadas para una
educación liberadora.
Los
valores y contenidos para un nuevo modelo de gestión. La configuración del
Modelo de Gestión de Intervención Permanente. (GIP) (Rosario, 2007:96-97)
1.-
Tiene como principio epistemológico la interacción que se genera entre sujeto y
objeto de conocimiento, en una dinámica horizontal de
acción-reflexión-socialización. La gestión es un objeto que se problematiza, se
argumenta por los propios actores en diálogo y mediante el aprendizaje colaborativo
y, recupera, la práctica como tarea para iniciar la teorización de nuevas
prácticas.
2.- Se
construye desde la cotidianeidad, con actores comprometidos con los estudiantes
y con su institución. Sus prácticas evocan solidaridad, inclusión y liderazgo.
Los actores institucionales debaten sobre las hegemonías, problematizan el
ejercicio de poder, y diseñan nuevos proyectos institucionales con valor
agregado.
3.- El
directivo o responsable de la institución pauta su actuación con una lógica
horizontal-radial (dimensión de ida y vuelta), con un absoluto respeto al
consenso de los académicos y del trabajo colegiado, colaborativo y
participativo. Reconoce los resultados planteados en los proyectos y se mueve
en la lógica de la evaluación del desempeño. Promueve la apertura y difusión de
los resultados institucionales, mediante
diversos medios.
4.- La
sistematización de la práctica de la gestión a través la problematización de la
realidad, recuperación, tematización y teorización. Estas acciones
eminentemente colectivas, son parte, de la investigación en la acción que las
instituciones deben plantear en los procesos de mejora continua. Es sustentable
toda vez que forma parte del tejido de la organización escolar, por lo que se
reconceptualiza de manera cotidiana y permanente.
5.-
Privilegia la comunicación en cualquiera de sus modalidades, en donde las
tecnologías de la información y sus diversos programas automatizados,
dimensionan a una administración de calidad, certificada y en donde los actores
asumen, en esta lógica, a la academia como eje central de la vida en la
escuela.
6.- La nueva
gestión se desarrolla con una visión comparada con un sentido internacional. La
internacionalización de la educación es una mediación para re-construir
competencias de alta dirección y competitividad.
Algunos
rasgos característicos de la Gestión de Intervención Permanente (GIP).
-
La construcción de una cultura
institucional, que abra espacios para la creatividad y generación de nuevas
ideas, desde el colectivo escolar
-
La construcción social de la práctica de la
gestión que reconoce la historia y los saberes de los actores
-
La actitud investigativa sobre la práctica
de la gestión, en donde los actores se mueven como reformadores. La evaluación que
permita la identificación del logro educativo para con sus resultados institucionales
y tomar decisiones y de reaprender de la
realidad
-
Es mediacional y reeduca al colectivo
escolar. Los conflictos, contradicciones, ausencias son tareas en permanente
recuperación para lograr los consensos cara a cara
-
No se reduce a la administración de la
institución o en el cumplimiento de lo que establecen los manuales de
procedimientos de manera inflexible.
-
Su impacto se ubica en las redes que se
construyen con diversas entidades, actores sociales, proyectos que permiten a
la institución escolar expresarse, ampliando la geografía institucional.
-
Su dimensión metodológica es de carácter
dialéctico y estratégico. Sus procesos están direccionados por la práctica, se
confronta con la teoría para regresar a la práctica, en una acción ascendente
de aprendizaje y crecimiento de los actores de la gestión.
-
Demanda la formación de nuevos líderes
académicos para la gestión, lo cual implica: la habilidad de dirigir,
comunicarse e involucrarse en los proyectos; habilidad para sensibilizar y
generar sentido de pertenencia de sus colegas, de construir el sentido de
responsabilidad y corresponsabilidad; de actuar de manera estratégica, con
oportunidad y claridad cuando el momento así lo requiera; generar la cooperación
y colaboración.
El
cuarto principio que delinea el soporte de esta conferencia se relaciona con
asumir que la calidad y excelencia se articulan invariablemente a las buenas
prácticas, a la generación de valor agregado de la escuela; la construcción de
una autonomía relativa para la toma de decisiones y, del reconocimiento público
en el marco de una escuela abierta. Esta idea se expresa de manera total en el
desarrollo de la escuela colaborativa y significa construir un nuevo modelo con
el soporte de la infraestructura de las tecnologías, que permita el acceso
abierto a los contenidos curriculares en lo que Tapscott y Williams (2011),
denominan, en el caso de la Educación Superior, Red Global, con una biblioteca mundial de materiales educativos,
en donde los estudiantes de todo el mundo tengan acceso para armar sus propias
rutas de aprendizaje personalizado y con apoyo de instructores de diversas
instituciones mundiales.
La
calidad y excelencia no se logra exclusivamente mediante el cumplimiento de indicadores.
Si bien este es el modelo con el que nos han evaluado y acreditado para lograr
el reconocimiento de los programas educativos de calidad, también es cierto que
debemos replantear los alcances de este formato. Una propuesta tiene que ver
con los impactos de la producción académica de las instituciones; otra sobre
los vínculos reales de la institución escolar con las comunidades y trabajos
concretos en el marco de las necesidades específicas; también se pueden
visualizar los efectos de las diversas prácticas profesionales tanto para que
los estudiantes construyan rutas profesionales, como de la reconversión de las
prácticas de los actores y de los sistemas de las entidades productivas y
sociales. Asimismo, se valoraría, no nada más, por ejemplo, si se tiene la
suficiente infraestructura educativa y equipamiento, sino preguntaríamos, ¿cuáles
son los efectos y resultados en la formación de los estudiantes? todo ello con
evidencias multireferenciadas y recuperadas. Tendrían valor similar la docencia
y la investigación.
Ubicados
en este marco conceptual, es necesario que se reconozca la práctica docente
como el espacio fundamental para generar la calidad en la formación de los
estudiantes.
Como Ben
Levin (2010) lo demostró, una de las políticas que permiten la mejora continua
de la educación es la transformación de las prácticas escolares.
“Si el
propósito es transformar la práctica, la duda, la confusión, la indagación y la
creación son elementos irrenunciables para elaborar otras opciones recuperando
el quehacer cotidiano...” (Rosario, 2011:23).
¿Cómo
generar en el propio docente la percepción y el convencimiento de que su
quehacer cotidiano vale la pena? ¿Cómo transitar de una práctica docente
normada, estructurada en el marco convencional de los haceres del profesor,
hacia una práctica altamente mediacional y constructivista?, Las respuestas se
ubican en la construcción por parte del profesor de su proyecto de innovación,
de la docencia subsumido en el contexto de un proyecto de gestión de
intervención permanente. Formalizar un proyecto de innovación en la docencia se
inicia con la búsqueda de la congruencia entre el discurso del profesor y las
acciones desencadenadas en la práctica. En esta lógica, la recreación de los
contenidos curriculares durante el proceso de la práctica curricular vivida,
permiten diversas miradas y genera creatividad en las propuestas y
formulaciones de situaciones de aprendizaje de un menor conocimiento, a otro de
mayor conocimiento.
No puede
existir un proyecto de innovación en la gestión sin la construcción de
proyectos de innovación en la docencia. Esto es, se trata de asistir a una
comunidad o colectivo escolar que aprende y reformula de manera permanente la
viabilidad de los procesos y productos de la institución escolar.
Lo anterior
nos remite a la configuración de comunidades de aprendizaje en donde la
capacidad de los actores institucionales para transformar su rol y abrir su
trinchera individual, nos permite reconocer la distribución del poder con
sentido de equilibrio y en donde los actores, todos, son sujetos y objetos de
transformación.
Como lo
he sostenido a lo largo de esta discertación, aprendizaje colaborativo, es un
proceso pedagógico y de gestión orientado en una comunicación constante, de
construcción individual y colectiva del conocimiento; de la formación en
valores mediante procesos de significación, así como la implementación de
recursos reflexivos.
La
docencia, generadora de conocimiento nuevo, forma individuos con capacidades
para formularse preguntas, confrontar sus hallazgos a la luz de la teoría o
marcos conceptuales explícitos, para volver a preguntarse por las prácticas
sociales en la realidad en la que el individuo se desenvuelve.
Algunas
líneas que evidencian que el profesor se ubica en un proyecto de gestión e
innovación para la calidad son: (Rosario 2011).
- El autoreconocimiento del valor que tiene
como educador y líder transformador.
Se trata de reconocer sus motivaciones e incrementar su autoestima para
movilizar conciencias con profundos valores éticos y sociales.
- Identificar, integrar y asumir que los
saberes académicos que construirán sus estudiantes son cognoscitivos,
procedimentales y actitudinales. Propiciar en los estudiantes el
aprendizaje permanente y de una actitud de insatisfacción y búsqueda y de que
el hombre en lo individual y en comunidad tienen el derecho y obligación de una
mejor calidad de vida.
- Reconocer como prioridad la intencionalidad
educativa de sus acciones en cada uno de los ambientes de aprendizaje que
despliegue para los estudiantes. El acto de educar es un proceso y
representa la oportunidad para imaginar, crear y gozar del mundo de la escuela,
por lo que el desarrollo de la capacidad
educativa guarda como tarea
transcendente, la generación de percepción positiva del quehacer en la escuela
por parte de la sociedad.
Quiero
terminar mi intervención compartiéndoles algunos principios básicos para el
cambio educativo en México, desde sus escuelas. Estas ideas representan
actualmente la base de mis preocupaciones como académico y son el fundamento de
mis proyectos de investigación que desarrollo actualmente:
- La construcción de un nuevo modelo
educativo para México, en el marco de la democratización de todo el
sistema educativo.
- Diseño de nuevas políticas públicas
para todo el sistema educativo que tomen como valor fundamental la
configuración y formación de una nueva ciudadanía.
- Convocar a una cruzada nacional por la
mejora de nuestras instituciones educativas, bajo los siguientes
criterios:
- Recuperar el valor de la escuela mexicana;
- Desestructurar las hegemonías y élites académico-administrativas de
cualquier tipo de organización que impida la transformación de la educación en
México;
- Trastocar las prácticas de gestión directiva que inmovilizan e inhiben
cualquier intento renovador dentro de la estructura organizacional de la
escuela mexicana.
- Dotar de autonomía relativa a la gestión en las escuelas para la toma
de decisiones.
- Involucrar a entidades y sectores públicos, privados y sociales para
coadyuvar en el mejoramiento, bajo la etiqueta de programas “complementarios
para la calidad educativa” con la rectoría del Estado.
- Repensar las estrategias con respecto
al tratamiento de los problemas educativos de carácter estructural como
son la cobertura, la equidad, la infraestructura y la calidad, desde otras
perspectivas y lógicas de intervención, mediante modelos pedagógicos
sustentables, on line, de
contenidos abiertos, y de una amplia movilización para el acceso y
disponibilidad de los contenidos curriculares y por lo tanto, del acceso de
la escuela mexicana bajo el concepto de escuela abierta a la comunidad.
- La investigación educativa en el marco
del Modo 2 de hacer ciencia de Gibbons, deberá ser una mediación para una
política vinculada al proyecto escolar de cada institución, en la búsqueda
de sistematizar y documentar, los conflictos, fortalezas, ausencias y
contradicciones de la escuela mexicana, lo que implica un ir y venir de la
indagación, problematización, y vinculación a la socialización de sus
resultados. Esta política tendría un carácter permanente y obligatorio.
- Construir un nuevo modelo para la
formación y actualización del docente mexicano. Algunos de los marcos
teóricos y metodológicos que contendría
dicho modelo son: la pedagogía crítica de Freire, Peter Mclaren, Michel Apple, la pedagogía
liberadora de Paulo Freire, el paradigma de la complejidad de Edgar Morín,
las investigaciones de Benjamin Levin y el modelo de formación de docentes
desarrollado históricamente por la Universidad Pedagógica Nacional, entre
otros.
- Establecer como prioridad la atención a
grupos y sectores de la población ampliamente vulnerables con políticas
públicas permanentes que transformen las actuales estrategias y mecanismos
de apoyo a dichos segmentos. Esto significa abatir los niveles de pobreza
y de alta marginación mediante intervenciones socioeducativas y con
estancias que motive a los profesionales a permanecer durante temporadas amplias
y mediante un esquema de ganar-ganar, sobre todo en la geografía màs
alejada de las zonas urbanas.
Me queda
claro que vivimos tiempos cruciales en este país sin caer en romanticismos que
obscurecen las miradas de la realidad objetiva. Si les puedo asegurar estimad@s
colegas que en el cambio de nuestra actitud, el valor que le demos a nuestra
tarea cotidiana, y el reconocimiento y satisfacción de formar al nuevo
ciudadano mexicano para el siglo XXI, se encuentran o se ubican los motivos
para no cruzarnos de brazos y de pensar en sentido negativo de que este país no
puede salir adelante. Todo lo contrario, trasformemos nuestras concepciones,
nuestras prácticas educativas y de gestión y demos testimonio de que México,
crecerá con mejores posibilidades, eso no me queda la menor duda. Ahí
estaremos.
Referencias
Bibliográficas
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curricular y nuevas generaciones. Incorporando a la generación .NET. Editorial Virtual Argentina. Argentina.
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[1] Las estrategias de primera generación son aquellas actividades del
profesor de corte magisterial, con todas sus implicaciones pedagógicas de
carácter heterónomo; las de segunda generación, se refieren a la incorporación
en las actividades del estudiante del apoyo de materiales básicos como el
libro, la libreta, el pizarrón y los premios y castigos; en el tercer paquete
de estrategias se refieren a aquellas acciones en el que se incorporan algunas
técnicas didácticas centradas todavía en
el profesor en el supuesto de que los estudiantes pudieran diversificar las
formas de trabajo para aprender. En estas primeras estrategias, el examen, para
evaluar los productos se convierte en el instrumento para determinar el logro
de los aprendizajes. El centro del proceso educativo sigue siendo el profesor.
Las estrategias de cuarta generación nacen en el contexto de la implementación
de diferentes modalidades educativas y del trabajo virtual en el aula, como la
posibilidad de que el estudiante aprenda y construya conocimiento mediante diferentes
caminos. El proceso se centra en el estudiante, él determina su trayectoria
escolar y asume que la corresponsabilidad de su formación es clave para un buen
pronóstico y éxito escolar.
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